martes, 15 de enero de 2013

Receta para morir de amor


Para la realización de ésta receta es importante tener a la mano una persona. Sí así es, sólo una persona, no necesariamente indispensable, pero si única en su vida. No se preocupe por buscarla, el secreto está en que llegué en el momento, lugar y/o circunstancia menos indicada.

Una vez que tenga lista a su persona, úntele momentos insignificantes, llenos de pequeños detalles difíciles de olvidar y cómodos de evocar en la soledad. Ponga a fuego lento una mezcla de canciones cursis. Pueden ser desde las más escuetas y populares, que se escuchan mil veces al día en la estación de radio de su localidad y que, también, se dedican los enamorados otras diez mil veces, hasta esa canción que una vez encontró en esa página ubicada en el sitio más recóndito del internet y nadie a su alrededor ha escuchado o llegará a escuchar, pero que, sin embargo cuenta a la perfección “su historia” con dicha persona. Una vez integrada la mezcla ridículamente melosa de su elección, viértala en su “persona” llenando cada centímetro de ella, es importante la realización de este paso, ya que posteriormente ésta mezcla será clave en la culminación de su receta.

Meta al horno a una temperatura de 300 mil mensajes de conversaciones interminables por la madrugada. Y justo cuando esté en el punto de cocción culminante su relación, abra el horno, deje que la persona se vaya y siga un camino lejos de su cocina, su casa, su vida.

Aparte la mezcla de momentos insignificantes, canciones cursis y conversaciones trasnochadoras que le recuerden todo lo vivido con aquella persona, póngala a un lado en una mesa y espere a su descomposición, que se llene de moscas y moho. Después de semanas, meses o inclusive años esa mezcla de recuerdos se pudrirá junto con sus sentimientos. Y entonces ahí, cuando su corazón putrefacto sea incapaz de latir será querido(a) amigo(a), cuando haya muerto de amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario